lunes, 8 de abril de 2013

Bilbao, Caniche, Bigas Luna


La primera película de Bigas Luna que vi fue Bilbao, allá por los setenta. Me impresionó mucho esta cinta. Un prodigio de morbosidad con una increíble Isabel Pizano. Me gustó. Volví a verla una década más tarde y ya me impresionó menos, pero me siguió pareciendo un trabajo interesante y original. 

Porteriormente vi Caniche, que también me gustó. También muy morbosa pero, como la anterior, realizada con mucho talento y desinhibición.

Luego pasaron muchos años sin ver nada de este hombre que acaba de fallecer. Un buen día me metí a ver Las edades de Lulú. Había leído la novela de Almudena Grandes que por entonces podía ser calificada como una obra fuerte. A los veinte minutos me salí del cine asqueado, no por el tema sino por la ramplonería del relato visual.

Esporádicamente me he asomado a Jamón, jamón y a alguna otra de este ciclo pero, a parte de los indudables encantados de Penélope Cruz, debidamente realzados y exaltados por Bigas Luna, no consiguieron interesarme gran cosa.

Dice el crítico Alberto Luccini en este excelente artículo sobre el cine de Bigas Luna que, tras el fracaso de sus primeras y excelentes películas –las dos citadas aquí y Tatuaje- este director puso freno a su talento para adaptarse a lo comercial. Sin duda algo de esto debió pasar.

En contra de los criterios actuales, en los que prima la cantidad sobre la calidad, en los que cualquier artista tiene que estar siempre en el candelero para “ser alguien”, en mi opinión una sola obra de calidad justifica a un artista. En el caso de Bigas Luna fueron al menos dos. Suficientes para mi. Tengo a Bigas Luna por uno de los grandes en el cine nacional.